La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias cuando el corazón bombea sangre por todo el cuerpo. Se mide mediante dos valores: la presión sistólica, que representa la presión cuando el corazón se contrae, y la presión diastólica, que indica la presión cuando el corazón se relaja entre latidos.
Los valores normales de presión arterial se sitúan por debajo de 120/80 mmHg. Se considera hipertensión cuando los valores superan consistentemente los 140/90 mmHg. Entre estos rangos existe la prehipertensión, una condición que requiere vigilancia médica.
Los principales factores de riesgo incluyen la edad, antecedentes familiares, sedentarismo, dieta alta en sodio, obesidad, tabaquismo y estrés crónico. La hipertensión no controlada puede provocar infartos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal y daño ocular.
El control regular de la presión arterial es fundamental para prevenir complicaciones cardiovasculares. Se recomienda realizar mediciones periódicas, especialmente en personas mayores de 40 años o con factores de riesgo, permitiendo detectar tempranamente cualquier alteración y establecer el tratamiento adecuado.
Los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) son medicamentos de primera línea para el tratamiento de la hipertensión. Funcionan bloqueando la producción de angiotensina II, una sustancia que estrecha los vasos sanguíneos. Los más utilizados incluyen:
Estos medicamentos bloquean los receptores de angiotensina II, produciendo efectos similares a los inhibidores de la ECA pero con menor incidencia de tos seca. Destacan losartán, valsartán e irbesartán, especialmente indicados para pacientes diabéticos con protección renal adicional.
Los betabloqueantes como atenolol, metoprolol y bisoprolol reducen la frecuencia cardíaca y la fuerza de contracción del corazón, disminuyendo la presión arterial. Son especialmente útiles en pacientes con antecedentes de infarto o arritmias cardíacas.
Los diuréticos y bloqueadores de canales de calcio representan dos grupos fundamentales en el tratamiento de la hipertensión arterial. Estos medicamentos actúan mediante diferentes mecanismos para reducir la presión arterial y son ampliamente prescritos en España como parte de las terapias de primera línea.
Los diuréticos tiazídicos son medicamentos que actúan sobre los riñones favoreciendo la eliminación de sodio y agua del organismo. La hidroclorotiazida e indapamida son los más utilizados en España, disponibles tanto en monoterapia como en combinaciones fijas. Estos fármacos reducen el volumen de líquido circulante, disminuyendo así la presión sobre las paredes arteriales.
La furosemida pertenece al grupo de diuréticos de asa, caracterizados por su potente acción diurética. Aunque se utiliza principalmente en casos de insuficiencia cardíaca con retención de líquidos, también puede prescribirse en hipertensión arterial resistente o cuando existe sobrecarga de volumen significativa.
Los bloqueadores de canales de calcio impiden la entrada de calcio en las células del músculo liso vascular y cardíaco. El amlodipino, nifedipino y diltiazem son los representantes más prescritos en España, cada uno con características farmacológicas específicas que permiten una selección personalizada según las necesidades del paciente.
Los efectos secundarios más frecuentes incluyen:
Las combinaciones de antihipertensivos en una sola formulación han revolucionado el manejo de la hipertensión arterial, mejorando significativamente la adherencia al tratamiento y optimizando el control tensional en la población española.
En el sistema sanitario español, las combinaciones más frecuentemente utilizadas incluyen IECA/ARA-II con diuréticos tiazídicos, IECA/ARA-II con bloqueadores de canales de calcio, y combinaciones triples que incorporan estos tres grupos farmacológicos. Estas formulaciones están respaldadas por las guías clínicas europeas y españolas de hipertensión arterial.
Los tratamientos combinados ofrecen múltiples beneficios en el manejo de la hipertensión. Permiten alcanzar objetivos tensionales más rápidamente, reducen los efectos secundarios al utilizar dosis menores de cada principio activo, y mejoran sustancialmente la adherencia terapéutica al reducir el número de comprimidos diarios. Además, las combinaciones racionales potencian los efectos antihipertensivos y proporcionan mayor protección cardiovascular.
Entre las marcas comerciales más reconocidas en España se encuentran:
Estas formulaciones están ampliamente disponibles en farmacias españolas y cuentan con financiación del Sistema Nacional de Salud, facilitando el acceso a tratamientos efectivos para el control de la presión arterial en la población.
El éxito del tratamiento de la hipertensión arterial depende fundamentalmente de la constancia en la toma de la medicación prescrita. La adherencia terapéutica es crucial para mantener los niveles de presión arterial dentro de los rangos objetivo y prevenir complicaciones cardiovasculares graves. Es importante tomar los medicamentos a la misma hora cada día y nunca interrumpir el tratamiento sin consultar previamente con el médico, incluso cuando se sienta bien.
Debe acudir inmediatamente al médico si experimenta síntomas como dolor intenso en el pecho, dificultad para respirar, dolor de cabeza severo, cambios en la visión o mareos intensos. También es fundamental programar revisiones regulares para ajustar la medicación según sea necesario y evaluar la efectividad del tratamiento.
El autocontrol de la presión arterial en casa proporciona información valiosa sobre la respuesta al tratamiento. Utilice un tensiómetro validado y tome las mediciones en condiciones estándar: en reposo, sentado cómodamente, con el brazo apoyado a la altura del corazón.
Algunos medicamentos antihipertensivos pueden causar efectos secundarios como tos seca, hinchazón en piernas o mareos. Comunique cualquier síntoma inusual a su farmacéutico o médico para evaluar posibles ajustes en la medicación.
La modificación de los hábitos alimentarios es fundamental para el control de la hipertensión. La reducción del consumo de sal a menos de 5 gramos diarios puede disminuir significativamente la presión arterial. La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, pescado y aceite de oliva, ha demostrado beneficios cardiovasculares importantes. Limite el consumo de alimentos procesados, embutidos y comidas precocinadas, que suelen contener altas cantidades de sodio.
La actividad física regular es uno de los pilares del tratamiento no farmacológico de la hipertensión. Se recomienda realizar al menos 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico de intensidad moderada, como:
Mantener un peso saludable es esencial, ya que cada kilogramo perdido puede reducir la presión arterial en 1-2 mmHg. El abandono del tabaco mejora inmediatamente la función cardiovascular y reduce el riesgo de complicaciones hipertensivas.
Algunos suplementos como el ajo, el extracto de hoja de olivo o el magnesio pueden ofrecer beneficios complementarios. Sin embargo, siempre deben utilizarse bajo supervisión médica y nunca como sustituto del tratamiento farmacológico prescrito.