Los antifúngicos son medicamentos especializados diseñados para combatir las infecciones causadas por hongos. Estos fármacos actúan mediante diferentes mecanismos, siendo los más comunes la alteración de la membrana celular fúngica, la inhibición de la síntesis de ergosterol (componente esencial de la pared celular del hongo) y la interferencia con la síntesis de ADN fúngico. Su objetivo principal es detener el crecimiento de los hongos o eliminarlos completamente del organismo.
Los hongos se distinguen de las bacterias y virus por ser organismos eucariotas con características únicas. A diferencia de las bacterias, poseen núcleo celular definido y una pared celular que contiene ergosterol en lugar de colesterol. Esta diferencia estructural es fundamental, ya que permite que los antifúngicos actúen selectivamente sobre los hongos sin afectar significativamente las células humanas.
En España, las infecciones fúngicas más frecuentes incluyen:
El tratamiento apropiado de las infecciones fúngicas es crucial para prevenir complicaciones y recidivas. Un diagnóstico preciso y la selección del antifúngico adecuado según el tipo de hongo, la localización de la infección y las características del paciente son fundamentales para el éxito terapéutico. El abandono prematuro del tratamiento puede resultar en resistencia fúngica y cronificación de la infección.
Los antifúngicos se clasifican según su vía de administración en tópicos y sistémicos. Los antifúngicos tópicos se aplican directamente sobre la zona afectada en forma de cremas, geles, polvos o soluciones, siendo ideales para infecciones superficiales de piel, uñas y mucosas. Los antifúngicos sistémicos se administran por vía oral o intravenosa, alcanzando concentraciones terapéuticas en todo el organismo, siendo necesarios para infecciones profundas o diseminadas.
La clasificación química de los antifúngicos incluye varios grupos principales. Los azoles se subdividen en imidazoles (como el ketoconazol y miconazol) y triazoles (como fluconazol e itraconazol). Los polienos incluyen medicamentos como la anfotericina B y nistatina. Las equinocandinas representan una clase más reciente que incluye caspofungina y micafungina.
Cada grupo de antifúngicos presenta mecanismos de acción distintivos. Los azoles inhiben la enzima 14α-desmetilasa, bloqueando la síntesis de ergosterol. Los polienos se unen directamente al ergosterol de la membrana celular, creando poros que causan la muerte celular. Las equinocandinas inhiben la síntesis de β-1,3-glucano, componente estructural de la pared celular fúngica.
El espectro de actividad varía considerablemente entre los diferentes antifúngicos. Los azoles presentan un amplio espectro contra levaduras y hongos filamentosos. Los polienos son especialmente efectivos contra Candida y Aspergillus. Las equinocandinas muestran excelente actividad contra especies de Candida, incluyendo cepas resistentes a azoles, y también son efectivas contra Aspergillus, pero tienen limitada actividad contra otros hongos filamentosos.
Los antifúngicos tópicos constituyen la primera línea de tratamiento para las infecciones fúngicas superficiales de la piel, uñas y mucosas. En España, disponemos de una amplia gama de medicamentos antifúngicos de aplicación local que ofrecen tratamientos eficaces y seguros para diversas micosis.
Las formulaciones en crema y pomada son las más utilizadas para el tratamiento de infecciones cutáneas fúngicas. El clotrimazol es uno de los antifúngicos más versátiles, efectivo contra dermatofitos, levaduras y algunos hongos dimórficos. Se aplica dos veces al día sobre la zona afectada y área circundante. El miconazol presenta un amplio espectro de acción y es especialmente útil en infecciones mixtas bacteriano-fúngicas. La terbinafina en crema es altamente eficaz contra dermatofitos y muestra resultados rápidos en el tratamiento del pie de atleta y tiña corporal.
Las presentaciones en solución y spray son ideales para el tratamiento del pie de atleta, especialmente en áreas interdigitales y zonas de difícil acceso. Estas formulaciones permiten una aplicación uniforme y se secan rápidamente, proporcionando comodidad al paciente. Los sprays son particularmente útiles para la prevención de reinfecciones y pueden aplicarse en el calzado.
Los óvulos vaginales con antifúngicos como clotrimazol o miconazol constituyen un tratamiento específico y eficaz para la candidiasis vulvovaginal. Estos medicamentos ofrecen concentraciones elevadas del principio activo directamente en el sitio de infección, con esquemas de tratamiento que van desde dosis única hasta tratamientos de 3-7 días.
Los champús medicados contienen antifúngicos como ketoconazol, ciclopirox o sulfuro de selenio, diseñados específicamente para tratar la dermatitis seborreica y caspa causada por Malassezia. Se recomienda su uso 2-3 veces por semana, dejando actuar el producto durante 3-5 minutos antes del aclarado.
En el mercado español destacan varias marcas de reconocida calidad y eficacia:
Los antifúngicos sistémicos están indicados cuando las infecciones fúngicas son extensas, profundas, recurrentes o cuando el tratamiento tópico ha resultado insuficiente. Estos medicamentos requieren prescripción médica y seguimiento profesional debido a sus potenciales efectos adversos e interacciones farmacológicas.
El fluconazol es un triazol de amplio espectro especialmente efectivo contra especies de Candida. Se utiliza tanto para el tratamiento de candidiasis sistémica como para infecciones localizadas resistentes al tratamiento tópico. Su dosificación varía según la localización y gravedad de la infección, desde dosis única de 150 mg para candidiasis vulvovaginal hasta tratamientos prolongados para infecciones sistémicas.
El itraconazol presenta excelente actividad contra dermatofitos y es especialmente útil en infecciones cutáneas extensas o crónicas. Su farmacocinética permite concentraciones prolongadas en tejidos queratinizados, lo que resulta ventajoso para el tratamiento de infecciones de piel, cabello y uñas.
La terbinafina oral es considerada el tratamiento de elección para la onicomicosis causada por dermatofitos. Su mecanismo fungicida y su capacidad de acumularse en el tejido ungueal la convierten en la opción más eficaz para estas infecciones. El tratamiento típico dura 6 semanas para uñas de manos y 12 semanas para uñas de pies.
Todos los antifúngicos sistémicos requieren prescripción médica en España. Es fundamental realizar una evaluación clínica previa, incluyendo identificación del agente causal y valoración de posibles contraindicaciones. El seguimiento médico durante el tratamiento es esencial para monitorizar la respuesta terapéutica y detectar posibles efectos adversos.
Las principales marcas de antifúngicos sistémicos disponibles en España incluyen:
La candidiasis vaginal es una infección frecuente causada por el hongo Candida albicans. Se caracteriza por picazón intensa, flujo vaginal espeso y blanquecino, y molestias al orinar. Los antifúngicos tópicos como clotrimazol, miconazol o econazol en forma de óvulos vaginales o cremas son el tratamiento de primera línea, con una duración de 3-7 días según la presentación.
El pie de atleta (tinea pedis) provoca descamación, enrojecimiento y picor entre los dedos de los pies. Se trata con antifúngicos tópicos durante 2-4 semanas. Las onicomicosis o infecciones fúngicas de las uñas requieren tratamientos más prolongados con lacas antifúngicas como amorolfina o ciclopirox, aplicadas durante 6-12 meses.
La tiña corporal presenta lesiones circulares con bordes elevados y centro claro. Se trata con cremas antifúngicas durante 2-4 semanas. La tiña del cuero cabelludo es más frecuente en niños y puede requerir tratamiento oral supervisado por un médico.
Esta infección superficial causa manchas de color variable en tronco y brazos. Se trata eficazmente con champús o lociones que contengan ketoconazol o sulfuro de selenio, aplicados según las indicaciones del fabricante.
Los antifúngicos tópicos están contraindicados en caso de hipersensibilidad conocida a sus componentes. Durante el embarazo y lactancia, debe consultarse con el farmacéutico o médico antes de su uso. Evitar el contacto con ojos y mucosas, excepto en formulaciones específicamente diseñadas para uso vaginal.
Aunque las interacciones con antifúngicos tópicos son limitadas, algunos principios activos como ketoconazol pueden tener absorción sistémica mínima. Es importante informar al farmacéutico sobre otros medicamentos en uso, especialmente anticoagulantes orales.
Mantener la zona afectada limpia y seca, usar ropa interior de algodón, cambiar calcetines diariamente, no compartir toallas o calzado, y completar el tratamiento prescrito incluso después de la desaparición de síntomas. Consultar al farmacéutico si no hay mejoría en una semana o si los síntomas empeoran.